Rinconcito de paz

Por Caro Rocha

No hay mejor lugar que en el pueblo de JEHOVA.


Anoche hablaba por teléfono con una hermana joven de la congregación Jaén Este,(España) que quería saber que tal me iba, y me contó una preciosa experiencia que me hizo llorar. Ella apoya el grupo de señas de Jaén y este año no pudo asistir a la asamblea de señas celebrada en Madrid. Pero una hermana de su congregación le contó lo ocurrido allí. Estaban todos los hermanos en la asamblea, con una asistencia de unos mil presentes. Entre los asistentes hay una hermana sordo ciega. Lo que es lo mismo, además de sorda, es ciega. Como sabréis, los sordos se comunican por lenguaje visual. Os preguntaréis como esta hermana podría aprovecharse de la asamblea si no podía oír ni ver. Se hizo un arreglo especial para ella. Mientras el hermano desde la plataforma gesticulaba las señas, una hermana asignada movía las manos de la hermana sordo ciega con los mismos gestos. De ese modo nuestra hermana pudo enterarse de toda la asamblea. Pero llegó un momento en que se quiso dar las gracias a todos por la asistencia. El hermano orador hizo referencia a que se habían hecho grandes esfuerzos por asistir, ya que algunos hermanos acudieron desde muy lejos, como puede ser desde las islas canarias. Así que se felicito a todos por su esfuerzo. Pero el hermano tenía reservada una sorpresa para nuestra hermana. Él habló de ella, de como estando sola hizo incontables esfuerzos por asistir a la asamblea, estar presente y tratar de enterarse de todo. La puso como un ejemplo de valor, fe y servicio a Jehová. Entonces, cuando terminó de contar sus esfuerzos, pidió al auditorio que la aplaudieran en señal de agradecimiento por su esfuerzo, tal como se aplaude a los hermanos que se entrevistan en las asambleas. Pero claro, existe el problema de que la hermana no podía ver como la aplaudían por que es ciega. Y no tiene el mismo efecto que te digan que te aplauden que sentirlo. Pensando en ello nuestro hermano solicitó a todo el auditorio que cuando el dijera 3, tras una cuenta de 1, 2, 3, todos los presentes patearían el suelo fuerte. Cuando esto ocurrió todo el local de asamblea tembló y nuestra hermana pudo sentir en su propio cuerpo el fuerte aplauso de los hermanos. Se emocionó y se puso a llorar, agradecida de corazón a Jehová por sus muchas bendiciones, como el estar en la asamblea y sentir el amor de sus hermanos por ella. Entonces, esta joven hermana me preguntó, entre sollozos: “Dime , ¿Dónde fuera del pueblo de Jehová se pueden ver muestras de amor como esta?” No hizo falta responder, ni tampoco pude hablar, pues lloraba emocionada. Pero ahora que escribo esta experiencia, de nuevo con lágrimas en los ojos, sí os diré que definitivamente NO HAY MEJOR LUGAR QUE EL PUEBLO DE JEHOVÁ.